Selección y edición: Jorge Carpio
Ilustraciones: Luis Trápaga
La antología está compuesta por nueve cuentos. Casi todos relacionados entre sí por hilos conductores diversos, insertados en pequeños monólogos y reflexiones aisladas –de corte filosófico- que intentan ubicar al lector en tiempo y espacio y, sobre todo, muy importante, involucrarlo en las maneras en que los personajes perciben su mundo.
La comunicación entre escenarios ocurre a través de hechos que referencian pasajes de otras historias, presentes en la compilación, entretejidas unas con otras como perpetua madeja. El grupo de tramas que escribe Miguel Cama Chiullán, en apariencia marcadas por determinado matiz psicodélico, o de contrariedad, jamás deja cabos sueltos. No puede. No está permitido.
Los acontecimientos de estos cuentos suceden en espacios diversos. Siempre expuestos por detalles, frescos, que recrean ambientes minimalistas, calles, barrios, ciudades y hasta zonas geográficas enteras que se hacen afines a la percepción del lector, acontecimientos cosmopolitas y a la vez deliberadamente cubanos.
Mosaico de territorios dispersos, pero unidos al mismo tiempo. Hay una interconexión visible entre lugares tan distantes unos de otros como los son Oslo, Madrid o Seattle y, por supuesto, La Habana. Pero no La Habana de la rumba y el trago fácil, sino una más sutil que impone agobio y frustración. Estados de ánimo que se hacen cotidianos en un ambiente tóxico. La ciudad en decadencia, notoria más en las angustias de sus habitantes, vanos como zombis, que en descripciones estériles. En este conjunto de textos, las historias son existenciales por defecto, con intención deliberada por parte del autor, y puede que absurdas por exceso.
Un detalle a tener en cuenta en los relatos de esta antología es el papel que el autor concede a las nuevas tecnologías de la información y la comunicación. Ficciones conectadas, también, a través de ambientes virtuales. Incluso, uno de los relatos sucede en un escenario totalmente incorpóreo, el título, nada discreto en este caso, lo acusa: Discreto stalkeo a @caron_alex777. Y en ocasiones, atrapado en esas mismas redes que conectan deseos y fugas, algún personaje hace críticas, cómplices, a la imposición de dichas tecnologías. Prevalece la duda. Nada extraño en los textos de Cama Chiullán que por extensión son afines a las contradicciones de los tiempos que corren.
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